En el dilema del tranvía, experimento mental y moral propuesto por la filósofa Philippa Foot, se establece la siguiente situación: un tranvía avanza por un carril en el que hay cinco personas que inevitablemente serán atropelladas, la única posibilidad de salvarlas es moviendo una palanca que desviaría el tranvía, pero mataría a la persona ubicada en la vía lateral.

Si modificamos un poco el experimento, poniendo en la vía por la que pasará el tranvía a un grupo de animales (vacas, cerdos, pollos, entre otros) y dejando vacía la vía lateral, ¿qué haría usted?

¿Movería la palanca o dejaría que el tranvía siga su curso?

Aunque parezca ridícula esta situación, la decisión la está tomando día a día al elegir, o no, comprar productos animales. Cada compra condena a estos a la muerte o a una vida de esclavitud. Mover la palanca es la decisión que le lleva al veganismo, la decisión de no seguir financiando estas situaciones. ¿Qué será lo que decida, entonces?

Lo que sería fácil de contestar en caso de humanos

Por poner un ejemplo:

¿Qué hay de malo con la leche? Nos suelen preguntar. Para contestar esto hagamos algunas preguntas más en detalle:

¿Qué hay de malo con forzar un embarazo?
¿Qué hay de malo en separar a un hijo/a de su madre para que no tome la leche que por derecho le pertenece?
¿Qué hay de malo en asesinar a la cría –carne de ternera- y a la madre (luego de repetir este proceso varias veces hasta que no pueda seguir haciéndolo o deje de ser rentable)?

Lo que serían respuestas obvias en caso las víctimas fuesen humanas, tienden a generar objeciones o excusas cuando nos referimos a otra especies. Ya es ampliamente reconocida, en los demás animales, la capacidad de sentir y ser conscientes de su realidad. La respuesta lógica y ética es, entonces, dejar de financiar o apoyar estas industrias e informar a la población sobre lo que ocurre.

05 Razones para la balanza

Cuando empezamos a derribar mitos y objeciones que solemos utilizar para defender la explotación animal, estos o toman la forma de excusas o generan razones lógicas y coherentes para no seguir siendo parte de esta injusticia, razones que ya son demasiadas (ética, ecología, hambre mundial, salud, etc.) para hacer un cambio en nosotros y promoverlo en nuestro entorno.

Un mundo diferente es posible, pero el cambio debe empezar en uno mismo.
Y tú, ¿qué otra razón agregarías a la balanza?

 

Julio Venero

 

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